Bajarse del tren

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Hace tiempo escribí una entrada sobre las personas que pasan por nuestra vida.  Las que se quedan, las que se van o las que nunca han estado.  La entrada la llamé el tren. Este recogía o descargaba en una ruta llamada vida.

Lo bonito de ese tren es el trayecto. El momento que pasas con cada uno de los pasajeros porque ellos, al igual que tú, van en la misma dirección. Cuando deciden que no es así, simplemente bajan en la siguiente estación y se despiden con una sonrisa eterna.

No tiene sentido tener pasajeros en tu tren que no quieren ir al mismo lugar que tú, aunque sea por costumbre, por fidelidad o comodidad.

Quizás hoy sea un buen día para que se apeen en la siguiente estación, para que cada uno recorra el camino que su alma ansía.

Diana Llapart

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Ese sentimiento

heart-2543137_640Conoces ese sentimiento peculiar de ira que lentamente asciende desde tu estómago a la garganta.
Eres perfectamente consciente de que precisamente la garganta es su punto de no retorno, que si lo sobrepasa dirás algo que puedes arrepentirte durante largo tiempo.
Y aún así sale, se dispara, avanza incrementando su potencia, se proyecta hacia fuera como si se tratara de una ola gigante protagonista del sutnami más grande de la historia.
Lejos de apaciguarte esperas la respuesta, a la defensiva o al ataque, a ver quién de los dos gana la batalla final.
Si la hay, poco a poco te vas vaciando no solo de la ira, si no de todo.
Si no la hay, te vacías un poquito antes.
Y después llega el arrepentimiento, la culpa por no poder controlar el momento, por la consciencia del daño cometido.
Ya, ya lo sé…después llega lo de siempre, el “es que yo soy así…”
Eres humano, te enfadas igual que te enamoras.  Tan solo intenta enamorarte un poquito más y enfadarte un poquito menos.
Cuando la ira suba de nuevo desde el estómago, cierra los ojos, inspira profundamente y sonríe.
Haz tu magia, tú te lo mereces y quien esté contigo probablemente también.
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