Hace tiempo escribí una entrada sobre las personas que pasan por nuestra vida. Las que se quedan, las que se van o las que nunca han estado. La entrada la llamé el tren. Este recogía o descargaba en una ruta llamada vida.
Lo bonito de ese tren es el trayecto. El momento que pasas con cada uno de los pasajeros porque ellos, al igual que tú, van en la misma dirección. Cuando deciden que no es así, simplemente bajan en la siguiente estación y se despiden con una sonrisa eterna.
No tiene sentido tener pasajeros en tu tren que no quieren ir al mismo lugar que tú, aunque sea por costumbre, por fidelidad o comodidad.
Quizás hoy sea un buen día para que se apeen en la siguiente estación, para que cada uno recorra el camino que su alma ansía.